Un congreso desprestigiado de peleas, calificativos y confrontaciones vanas, es el gran cáncer que hoy el Perú sufre. Un cáncer que se gestó hace 30 años desde el golpe del dictador Fujimori: un congreso con gente convenida, fofa, aprovechada y de matreros políticos. Estos congresistas no son pertinentes para los destinos del país porque se han puesto de espalda a la crisis del país.
Dina Boluarte tampoco debe quedarse, pero se siente atornillada en el cargo. Se defiende argumentando legalidad pero se olvida que ya no tiene legitimidad. Se presenta como la solución a los problemas del país, cuando en sus pocos días de presidenta ya han ocurrido los peores actos que la manchan de sangre y la desaprueban con solvencia total.
Ante el argumento terco de Dina y el Congreso de no quererse ir, solo azuza más las protestas. Es un caldo de cultivo para el caos y violencia. Es cierto que en las manifestaciones hay gente común y corriente que es el pueblo impotente y cansado de la clase política que tiene le país, pero también hay gente que usa el desorden para infiltrarse y desacreditar la protesta.
La declaratoria de emergencia y la inmovilidad social en algunas regiones y provincias no bastará. El descontento de la población no se cura con decretos que reprimen, sino escuchando las demandas de la gente. Las manifestaciones no surgen por un tema de género o de machismo, como lo intenta desviar la misma presidenta, sino por la desigualdad y la falta de atención de ese Perú profundo que no es Lima, que no es la capital, y que más bien es la gente rezagada y golpeada por no tener lo necesario par su bienestar.
Dina Boluarte pide que la dejen "trabajar" y el Congreso usa sus artimañas y voceros "fujimontesinistas" a ultranza para quedarse. Dicen que se necesitan reformas pero no dicen que no quieren hacerlas sino ganar tiempo para poner a su gente en los poderes claves y empezar a manipularlos a su antojo -por ejemplo los organismos electorales- con fines políticos y para sus ambiciones de poder.
Dina Boluarte se vistió de amarillo al asumir el cargo de presidenta y se paseó alzando la mano para saludar triunfante a los congresistas: acaso el color de su indumentaria y el lugar han quedado marcados por ese color que en su significado más negativo durante la persecución de la dictadura militar contra los sindicalistas, fue y sigue siendo s
inónimo de traición (a la democracia), de servidumbre (entre ellos para mantenerse en el poder) y cobardía (de todos por no querer renunciar al poder) al no tener legitimidad. El tiempo lo dirá todo.
Con la caída de Castillo, a Dina Boluarte y a los congresistas les correspondía irse. Pero insisten en quedarse hasta el 2024. No se dan cuenta que al hacer eso están cavando su propia fosa enterrándose lentamente tan igual como el insensato Pedro Castillo. Solo es cuestión de tiempo y de cuánta resistencia pueda tener la manifestación en las calles. Lo que sí es seguro, es que acabarán siendo congresistas y presidenta nefastos en Perú.
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