Hay plata como cancha, esta vez a favor del pueblo. O por lo menos –para los más incrédulos-, hay plata para gobernar haciendo lo necesario a favor de la gente y para ser eficientes y eficaces en gestión. Según consulta amigable y transparencia económica del Gobierno Regional de Lima, tiene como presupuesto total la suma de: S/. 1,417,066,422, Sí, así como lo lee: Mil Cuatrocientos Diecisiete millones, sesenta y seis mil, Cuatrocientos veintidós soles. De ese presupuesto total, ni siquiera se ha invertido la mitad: el gasto público solo llega a 48.8% de avance.
¿Qué pasa entonces con la gestión del gobernador
Ricardo Chavarría Oria? Pues si no se inmuta con su pobre desempeño en gestión
es porque no evalúa la gestión pública que viene realizando. Si hiciera eso,
tendría asegurado resultados institucionales y acertados. Las decisiones y acciones
que se dispone en la gestión regional no revisa las propuestas antes de
materializarlas o ejecutarlas. Solo las ejecuta sin saber qué impacto espera
alcanzar. Y por eso, el poco dinero que viene gastando no soluciona los problemas
de la población de las 9 provincias.
Ni siquiera el gobernador ha podido
implementar adecuados procesos de auditoria de gestión que le permita verificar
que las cosas se hayan cumplido bien, después de su ejecución. Se invierte el
dinero sin evaluar ni medir el impacto desde la perspectiva económica, social, financiera
y política. Son planes, programas y proyectos –si es que lo son-, que avanzan a
la deriva, sin resultados concretos a demostrar. A eso se suma la inacción de un
Consejo Regional permisible, sin labor de fiscalización notoria.
Tenemos un gobierno regional que no tiene
propósito central; que más bien desarticula; con funcionarios que no muestran trabajo
ni cumplen funciones; resultados ni beneficios a favor de la población que clama
soluciones. Repito, si se realizara un proceso de evaluación de la gestión regional,
cambiaría la manera de trabajo de este gobierno. Pero se ve que eso no es
prioridad para el gobernante: ni siquiera se da cuenta que su cliché de Honestidad
para crecer se ha convertido en la prueba de lo que no hace. Quienes acompañan
al gobernador en gestión, terminaron por restarle reputación a esa frase que
quedo solo en palabras.
En vez de evaluar el desempeño, prevalece
el amiguismo y el interés particular. No hay interés común que valga. Los
resultados de “su trabajo” de gestión se lo dejan al azar. No hay forma eficaz de
planear el trabajo ni el gasto. Se requiere una revisión sistemática y
periódica, para saber que los recursos se asignan para obtener resultados.
No hay responsabilidad y conocimiento de
gestión. Y si lo hay solo responde a interés particular. No hay evaluación y
tampoco planificación dentro de la administración regional. No hay control, ni cuentas
claras cada mes. La estimación de beneficios y costos es necesaria para que la
gestión pública tenga impacto positivo en las vidas de los ciudadanos. Eso exige
redefinir procesos y estructura de lo público en este gobierno regional que ya
no es confiable.
Escribe: Danny Marcos - Periodista en Punto Central
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